- Mamá, cuando sea grande, yo quiero dibujar una estela en el cielo como ese pájaro.
- Hijo mío, eso no puede ser. Tú podrás planear y hacer piruetas en el aire, pero no dibujarás ninguna estela.
- Mamá, cuando deje este nido, yo quiero viajar muy lejos y conocer otros países como ese pájaro.
- Hijo mío, eso sí que podrás hacerlo. Tú volarás junto a toda la bandada para buscar otro país más cálido donde pasar el invierno.
- Mamá... Y ¿cómo se llama ese pájaro?
- Hijo mío, ese pájaro tan grande, que vuela tan alto, que dibuja estelas en el cielo y que viaja tan lejos, se llama... avión.
Moraleja:
¡Elige bien a quién admiras! ¡Cuidado con los ídolos de barro (o de metal, en este caso)!
Pero también puede tener una lectura positiva tu delicioso texto:
ResponderEliminarQue de lo diferente y de lo más grande que nosotros no tiene necesariamente por qué venirnos nada malo; incluso puede que nos abra los ojos y nos ayude a descubrir y desear lo que por nosotros mismos nunca habríamos deseado ni descubierto.
Un saludo
Ese es el problema, Luisa, que ponemos a personas encima de un pedestal, dándole unos valores que en la realidad no tiene, sólo existían en nuestra imaginación y al contacto con la realidad, llega la decepción y nosotros mismos nos encargamos de bajarlo del lugar que no le correspondía.
ResponderEliminarUn beso y buen fin de semana.
"Nadie escarmenta por cabeza ajena...", que decian los abuelos.
ResponderEliminarEn mi caso, perfiero ilusionarme y luego sufrir la decepción, que no ilusionarme jamás. Me gusta dar el voto de confianza; si luego me defraudan, aprendo la lección y a otra cosa mariposa, pero no me gusta autoadoptar excesivas precauciones que adomezcan mi espontaneidad.
Buen post.
Un beso!
Nos desilusionan muchas veces lo que hemos endiosado... de todas formas que bonita es la ilusión. besos
ResponderEliminarA través de la mirada de un niño se puede ver otro mundo.
ResponderEliminarDesea un avión porque no sabe todavía que puede ser viajero o piloto.
Besitos.
Graciosa forma de terminar el cuento. En efecto, hay que mirar bien a quien admiramos.
ResponderEliminarMuchas gracias, FREIA, MALENA, CORNELIVS, MANUEL-TUCCITANO y CORINA por vuestros comentarios y reflexiones tan variadas y positivas. Parece que el texto da bastante juego...
ResponderEliminarPor supuesto, estoy con vosotros en que mantener la ilusión es necesario siempre, pero debemos tener cuidado de no idealizar demasiado al ser que admiramos (o lo que queremos lograr) para evitarnos algunos "batacazos".
Besos a tod@s.
PEDRO OJEDA: Parece que tu comentario entró mientras yo escribía el mío y lo vi ahora.
ResponderEliminarA veces elegimos mal los objetos o sujetos de admiración y... nos llevamos un disgusto cuando nos falla.
Saludos.
Luisa, lo veo algo diferente... Ese niño con preguntas llenas de ilusiones y sueños, se enfrenta al muro de realismo con las respuestas de su madre... Tan pronto... Ya tendrá tiempo de constatar que no todos los sueños se cumplen.. y sí lo hacen, son tan diferentes a lo imaginado...
ResponderEliminarUn gran beso Luisa.
gyate vi en sanlucar digital...una experiencia más... besos
ResponderEliminarSELMA: Tu visión del texto me parece estupenda: son las ilusiones y sueños de la infancia... frente al realismo que representa las contestaciones de la madre.
ResponderEliminarEstá muy bien tener sueños y pensar que podemos realizarlos, lo que trato de señalar en el texto es que si se tiene como modelo algo o alguien que no está a nuestro alcance o que no es lo que parece, nos llevaremos probablemente un desengaño.
Un beso.
MANUEL-TUCCITANO: Lo vi por la mañana y también vi tu texto en el portal. Para mí supone una experiencia nueva y espero que interesante.
Besos.
Luisa, no puedo acceder a tu nueva entrada que he visto actualizada en mi blog. No sé si hay un problemilla.
ResponderEliminarCorina, no hay problemas, es que la había guardado para hacerle una pequeña modificación. Ahora mismo voy a publicarla, espero que puedas entrar a leerla. Un beso.
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