domingo, 29 de noviembre de 2009

Impresiones y paisajes: crónica de un viaje en tren

Domingo 25 de octubre de 2009 Viaje en tren (AVE Lanzadera) de Jaén a Jerez de la Frontera.-

7:30 – Jaén:
El tren, un moderno AVE Lanzadera que huele a nuevo, cierra las puertas e inicia su marcha, salimos de la estación de Jaén. Digo adiós con la mano a mis padres que se han empeñado en acompañarme a la estación y esperan en el andén la partida del tren.
Mientras veo cómo se va quedando atrás el castillo sobre el cerro de Santa Catalina y la ciudad a sus pies, me sumerjo en mis pensamientos, me siento triste, melancólica y con el ánimo decaído... En sólo siete días he asistido al funeral de dos de mis tías maternas a las que me encontraba muy unida, he vivido de cerca el dolor de mi madre por la pérdida de dos de sus hermanas con tan pocos días de diferencia y he sentido la cercanía y la unión de la familia en momentos tan duros.


8:15 – Estación de Andújar:
Una tenue luz del sol se filtra a través de la neblina dando un tono misterioso al paisaje otoñal. Los olivos, de un verde oscuro y ceniciento, cubren las lomas y los valles.
Uno, dos, tres pitidos del tren mientras atraviesa los campos semiocultos por el velo de la niebla.

8:30 – Estación de Villa del Río:
Aclara un poco, luce tímidamente el sol.
De nuevo la niebla, no se distingue nada más allá de dos o tres metros de distancia, apenas unas hileras de olivos, luego los depósitos de aceite, un grupo de casas.
Se va disipando la niebla, ahora parece un vapor ligero.
Oscuridad total, pasamos un túnel.
Vuelve a pitar el tren. Vuelve a brillar el sol, todavía tímidamente, sobre las colinas ocres.
Si hubiera viajado ayer, o hace una semana, a estas horas estaría despuntando el día. Hoy, con el cambio de hora (horario de invierno), hay más luz.


8:45 –
Una antigua fábrica de harina. Pasamos cerca de un pueblo, un restaurante, un torreón. El conjunto del pueblo queda atrás. Unas naves de Fertiberia.
Una nube larga, estrecha y deshilachada tapa durante unos minutos el sol. Bajo la luz del sol brillan las hojas de los árboles y los espacios entre ellos en el suelo, es el rocío de la mañana.
De nuevo el silbato del tren. Un manto de nubes aborregadas como una mantita de cálida lana sobre un pequeño poblado. Pasamos junto al río y después por otro pueblo un poco más grande, bloques con los bajos llenos de pintadas y graffiti, un almacén de cerámicas.
9:00 –
Aminoramos la marcha. Llegamos al intercambiador de vía, una serie de naves prefabricadas con el rótulo Adif por todas partes. Paran los motores y el tren se detiene, silencio durante unos segundos. De nuevo se pone en marcha el aire y el tren reanuda su marcha. Una central hidroeléctrica, torrecitas, otra población: casas, edificios y coches estacionados. Más edificios altos, nos acercamos a una ciudad. Un túnel largo y oscuro con luminarias amarillas cada tramo.

9:10 – Córdoba:
Llegamos a la estación de Córdoba central. El AVE está parado en la vía del otro andén. Suben un grupo de viajeros a este coche: una pareja, dos hombres, un chico joven, un matrimonio, un hombre solo… y se acomodan.
El tren se mueve ahora a más velocidad. El sol brilla con más intensidad, la niebla ha desaparecido.

9:45 –
De nuevo el intercambiador de vía. Aminora la marcha, se detiene todo, silencio durante unos quince segundos. El TALGO pasa veloz junto a nosotros por la vía de al lado. Nos ponemos de nuevo en marcha.

10:00 – Sevilla – Santa Justa:
Suben al vagón una familia, una pareja, una chica… el tren continúa su marcha. Dos minutos después, para en la estación de San Bernardo, suben otros pasajeros: una mujer joven con un niño pequeño y un bebé en brazos, entra después el marido, colocan el equipaje y ocupan sus asientos justo delante del mío.
Durante unos minutos me quedo escuchando el cuento que la mujer lee a sus hijos. Lo lee con entusiasmo comentando las ilustraciones y los niños la escuchan con mucha atención.
Guardo mi bloc de notas y el bolígrafo, saco del bolso el libro que traigo y, a partir de ese instante, me concentro en la lectura.
Es “El salón de ámbar” de Matilde Asensi. Voy tan absorta en la historia que casi no miro el paisaje ni el reloj y me doy cuenta, de pronto, que ya estoy llegando a mi estación de destino: Jerez.

Fotos propias tomadas durante ese viaje en tren.