viernes, 26 de septiembre de 2008

Quiero ser como...

- Mamá, cuando crezca, yo quiero ser tan grande como ese pájaro.
- Hijo mío, eso no puede ser. Tú crecerás y, con suerte, serás un poquito más grande que yo y que tu padre, pero nunca llegarás a tener ese tamaño.
- Mamá, cuando sea mayor, yo quiero volar tan alto como ese pájaro.
- Hijo mío, eso no puede ser. Tú aprenderás a volar por encima de los árboles y de las casas, pero nunca llegarás a volar sobre las nubes.

- Mamá, cuando sea grande, yo quiero dibujar una estela en el cielo como ese pájaro.

- Hijo mío, eso no puede ser. Tú podrás planear y hacer piruetas en el aire, pero no dibujarás ninguna estela.

- Mamá, cuando deje este nido, yo quiero viajar muy lejos y conocer otros países como ese pájaro.

- Hijo mío, eso sí que podrás hacerlo. Tú volarás junto a toda la bandada para buscar otro país más cálido donde pasar el invierno.

- Mamá... Y ¿cómo se llama ese pájaro?

- Hijo mío, ese pájaro tan grande, que vuela tan alto, que dibuja estelas en el cielo y que viaja tan lejos, se llama... avión.


Moraleja:
¡Elige bien a quién admiras! ¡Cuidado con los ídolos de barro (o de metal, en este caso)!

viernes, 19 de septiembre de 2008

Pasión por el agua

Le encantaba el agua. Desde que aprendió a nadar, disfrutaba cada día de verano de su hora del baño. Así fue un verano tras otro, un año tras otro...
En sus años de infancia, se bañaba en la alberca que tenían sus abuelos en el pueblo. Más tarde, en la adolescencia, en la piscina del polideportivo donde iba con su hermano mayor. Después, en su juventud, en el río donde iba de excursión con un grupo de amigas o con su novio. Posteriormente, ya toda una mujer trabajadora, casada y con dos hijos, en el mar, el ancho mar, en la villa costera donde pasaba su mes de vacaciones.
Cuando salía del agua, después de un largo baño, era como si aumentara su vitalidad, se encontraba cargada de energía y era capaz de hacer todo lo que se proponía.
Este verano cumplió 70 años. Un día del mes de agosto la encontraron dentro del acuario en la residencia donde la habían dejado sus hijos para irse de vacaciones. Ahogada, sin vida, pero con una sonrisa en los labios...
Se llamaba Mar Lagos Ríos.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Duermevela

Cierro los ojos. Me pesan los párpados. Esta noche sólo he dormido cuatro horas. A mi espalda, un hombre y una mujer conversan pero no distingo sus palabras. Es un murmullo que me adormece aún más. Hasta mi nariz llega el aroma del maíz tostado que alguien debe estar comiendo muy cerca (¡huuumm, qué rico!), me despierta el apetito, pero no logro despegar ni una pestaña. Escucho un "bip, bip, bip" por delante de mí, alguien está tecleando un mensaje en su móvil. Paso la mano por el asa del bolso que llevo sobre las rodillas y compruebo al tacto que la cremallera está bien cerrada.
Oigo unos pasos y noto que alguien se para junto a mí.
- Buenos días. ¿Me enseña su billete, por favor?
Abro los ojos (con gran esfuerzo) y el bolso y muestro el billete al revisor. Consulto mi reloj. Quedan todavía un par de horas para llegar.
Cierro los ojos. Me pesan los párpados. El suave traqueteo del tren me adormece de nuevo...

martes, 2 de septiembre de 2008

Volver... a la normalidad

Con toda parsimonia, con movimientos relentizados, dobló por las marcas perforadas y arrancó con sumo cuidado la hoja del calendario que mostraba los meses de julio y agosto. Con ella en la mano se dirigió hacia el contenedor de papel que estaba en un rincón de la oficina. ¡62 largos días de verano reducidos de pronto a un papel usado donde, con suerte, alguien anotaría por detrás un teléfono o una dirección antes de enviarlo a reciclar! ¡30 días de vacaciones ya disfrutadas que volaban para convertirse sólo en recuerdos y aventuras que contar!
Miró a su alrededor. La oficina, sola y en silencio, le parecía más grande. Había llegado antes que el resto de sus compañeros, como siempre. Se sentó en el sillón de su escritorio y, con cierta desgana, encendió el ordenador. Suspiró mientras venían a su mente las imágenes de uno de los días de vacaciones que más se había divertido toda la familia... Sonrió y se le iluminó la mirada. Casi al mismo tiempo escuchó los pasos, las voces y las risas de dos compañeras acercándose por el pasillo. "¡Ya están llegando! Aquí vienen..."
"Vamos, guapa, espabila que ya va siendo hora de ponerse a trabajar..." se dijo. Y como si, de pronto, alguien le hubiera apretado un resorte interno, estiró los hombros, respiró hondo y comenzó a teclear su contraseña para acceder al programa.
Treinta minutos más tarde ya había saludado a todos los de la oficina, había comentado con los más afines algún episodio de las (ya pasadas) vacaciones y estaba cumplimentando informes, consultando boletines y atendiendo las llamadas telefónicas con la misma rapidez y eficiencia que solía hacerlo siempre y hasta con una sonrisa en los labios porque ella (quizá sea un bicho raro) está contenta con su trabajo."¡Qué alegría volver... a la normalidad!".
A todas y todos los que esta semana habéis vuelto al trabajo tras las vacaciones.